Un examen detallado de las propiedades, costos y tendencias que definen la elección de materiales en la construcción nacional, desde su génesis hasta las proyecciones futuras.
La búsqueda de la superficie ideal, aquella que conjuga estética, durabilidad y funcionalidad, ha sido un motor constante en la evolución de la arquitectura argentina. En el dinámico paisaje de la construcción y el diseño interior, la elección del revestimiento de suelos y paredes trasciende la mera apariencia. Se trata de una decisión estratégica que impacta directamente en la vida útil, el mantenimiento, el confort y, por supuesto, la inversión inicial de cualquier proyecto. Históricamente, tres materiales han dominado la preferencia nacional: el porcelanato, la cerámica y la madera. Aunque a primera vista puedan parecer opciones intercambiables, sus diferencias fundamentales –forjadas a través de décadas de evolución tecnológica y cambios en las demandas del mercado– son cruciales para entender su rol actual y proyectado en el hábitat argentino.
El porcelanato, relativamente un recién llegado en la línea de tiempo histórica de los revestimientos, irrumpió en el mercado argentino con fuerza a fines del siglo XX y consolidó su liderazgo en las últimas dos décadas. Originario de Italia y con una producción nacional robusta en provincias como Buenos Aires y Córdoba, este material se distingue por su bajísima absorción de agua (