
Las fundaciones y anclajes, elementos críticos y a menudo ocultos, son los primeros frentes de batalla. La penetración de iones cloruro provenientes del ambiente marino es el principal agente detonante de la corrosión del acero de refuerzo embebido en el hormigón. Este proceso electroquímico genera óxidos de hierro que ocupan un volumen mayor que el acero original, induciendo tensiones internas que fisuran el hormigón, comprometiendo su capacidad portante y, en última instancia, la estabilidad estructural. Estudios recientes de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC) en Perú, con colaboración regional, indican que la vida útil esperada de estructuras costeras diseñadas sin protección especializada en zonas de alta agresividad climática en el Pacífico y Atlántico sudamericano se reduce en un promedio del 30% al 50%. Este deterioro prematuro no solo implica costos de reparación exorbitantes –estimados en un 2-5% del PIB en algunos países en desarrollo para la infraestructura costera crítica a mediano plazo– sino que también se traduce en riesgos latentes de colapsos parciales o totales, afectando la salud física y mental de los ocupantes, desde lesiones directas hasta el estrés crónico por la inseguridad habitacional. La carbonatación, otro factor agresivo donde el CO2 reduce el pH del hormigón, se suma a la salinidad, acelerando aún más la despasivación del acero.
El anclaje de elementos estructurales y no estructurales también ha evolucionado. Se están popularizando sistemas de anclaje químico basados en resinas epóxicas o vinilésteres con resistencia superior a la corrosión y la fatiga, especialmente en zonas sísmicas costeras de Latinoamérica. La monitorización inteligente, con sensores embebidos que detectan la concentración de cloruros, humedad y el potencial de corrosión en tiempo real, permite una intervención preventiva y optimiza los calendarios de mantenimiento, transformando la gestión de riesgos de reactiva a proactiva. La aplicación de protección catódica, tanto por corriente impresa como por ánodos de sacrificio, se consolida como una técnica eficaz para detener la corrosión activa. El impacto a futuro de estas tecnologías es monumental: no solo se proyecta una reducción drástica en los costos de mantenimiento y reparación, sino una mejora sustancial en la seguridad y la salud pública, garantizando que el sueño de vivir cerca del mar no se convierta en una pesadilla de deterioro y riesgo.