
Otro clásico es la ‘corrosión de armaduras’, especialmente en zonas costeras o con alta humedad, como nuestro Uruguay, donde la exposición al salitre o a la humedad puede acelerar el deterioro del acero dentro del hormigón. ¿Ves manchas de óxido en el hormigón o partes que se desprenden? ¡Alerta máxima! Esas manchas rojizas son el grito de auxilio del acero, que al expandirse, rompe el concreto. La deflexión de losas o vigas, visible como una ‘panza’ o combadura, es otra señal inequívoca de que un elemento no está soportando bien su carga, y aquí la vigilancia es clave.
La buena noticia es que detectarlas a tiempo es tu mejor defensa. Según un estudio de 2023 de la Federación Internacional de Ingenieros Consultores (FIDIC), más del 40% de los problemas estructurales graves en edificaciones con más de 20 años podrían haberse evitado o minimizado con inspecciones preventivas cada 5 a 10 años. ¡Imaginate el ahorro! Los costos de reparación post-falla pueden dispararse hasta 10 veces más que la inversión en un mantenimiento proactivo. No es un dato menor, sobre todo si recordamos tragedias recientes como el lamentable colapso en Surfside, Florida (2021), que subrayó la imperiosa necesidad de una cultura de inspección y mantenimiento rigurosos, incluso en estructuras aparentemente robustas.
Entonces, ¿cómo las detectamos? Más allá de la observación visual, que es tu primera herramienta (¡caminá tu propiedad, mirala!), es crucial involucrar a un profesional. Un arquitecto o ingeniero estructural puede realizar un diagnóstico profundo, utilizando herramientas y conocimientos que van más allá de lo que vemos a simple vista. No esperes a que el problema sea evidente y costoso; una pequeña fisura hoy podría ser un dolor de cabeza gigante mañana. Pensá en esto como un chequeo médico para tu edificio: es invertir en tranquilidad, seguridad y, por supuesto, en el valor futuro de tu propiedad. ¡No subestimes el poder de una detección temprana para mantener tu inversión fuerte y segura!