
Olvídese, de entrada, de la fantasía del ‘presupuesto imbatible’. En construcción, lo extremadamente barato suele salir carísimo a mediano plazo. Las historias abundan en la región, donde empresas fantasma o con escasa solvencia han dejado obras inconclusas o con vicios ocultos que superan con creces el ahorro inicial. Una mirada retrospectiva a los ciclos económicos de la última década en Argentina y otros países del Mercosur nos muestra un patrón claro: los momentos de recesión o alta inflación pueden empujar a contratistas desesperados a subvalorar trabajos, con la expectativa de renegociar costos o compensar pérdidas durante la ejecución, una táctica que deja al comitente en una posición de vulnerabilidad.
La verdadera primera línea de defensa es una investigación profunda. No se conforme con la palabra. Exija un portfolio de proyectos anteriores y, crucialmente, contacte a clientes previos. Pregunte no solo si terminaron a tiempo y en presupuesto, sino cómo manejaron los imprevistos, cómo fue la comunicación y si el post-venta respondió. Verifique su registro fiscal, su situación laboral ante organismos como AFIP, y si poseen los seguros de responsabilidad civil obligatorios. Un contratista serio no tendrá reparos en proveer esta información; uno que dude, ya le está enviando una señal de alerta.
Finalmente, indague sobre la salud financiera de la empresa. Un contratista que no paga a sus proveedores o subcontratistas es un riesgo latente. Las deudas pueden derivar en paros de obra, demandas y, en última instancia, en un dolor de cabeza para usted. Si bien es difícil acceder a toda la información, puede solicitar referencias bancarias (con su consentimiento, claro), o al menos verificar que tengan una estructura mínima de personal en blanco y un historial de cumplimiento. Elegir un buen contratista no es solo encontrar a alguien que construya, es seleccionar un socio confiable que entienda que su patrimonio y su tranquilidad no son un juego de dados en un mercado ya de por sí desafiante.